viernes, 9 de febrero de 2007

Otro posible fin del mundo: la crisis ecológica

Metrópolis inundadas, regiones enteras tragadas por el desierto, descomunales huracanes veraniegos, olas de calor que matan decenas de miles de personas cada año, incendios encadenados por todo el planeta, deforestación acelerándose, polos derritiéndose, centrales nucleares y químicas reventando, petróleo ardiendo por doquier, el viento arrancando la tierra fértil a razón de 24.000 millones de toneladas anuales y depositándola en el fondo del mar, matarile-rile-rón… como si fuera comida para peces, y sobre todo… sobre todo… campos de golf que se quedan marrones por la falta de agua. ¡Maldita sea, todo menos eso!

Lo anterior no es nuestro futuro, es nuestro verano. El próximo va camino de empeorar, y no lo digo yo, sino Punxsutawney Phil, la marmota que les predice el tiempo a los yanquis y que este año ha anunciado una primavera anticipada.

Y ante todo ello, como precisamente diría cualquier protagonista de cualquier película estadounidense de acción elegida al azar entre todas las existentes: “¡Podemos quedarnos aquí cruzados de brazos o mover el culo y arreglar el problema de una vez por todas!”

El cambio climático, posiblemente el principal de los problemas (y aunque no lo sea, desde luego el único del que ahora voy a hablar), parece tener su causa en la proliferación de las emisiones industriales, principalmente por la quema de combustibles fósiles como ese que se llama… a ver… ¡ah, sí, Petróleo!

Aunque sobre ello hay discusión.

Por poner un ejemplo, las empresas dedicadas a la manipulación de dicho elemento, como EXXONMOBIL, reconocen que el planeta se calienta y que eso al final podría ser malo, pero que definitivamente todavía no está tan claro que sea culpa suya, así que mientras tanto recomiendan maximizar el uso de mecanismos de mercado, lo que significa que el contribuyente les pague para que reduzcan emisiones (técnicas impositivas) o que a ellos se les permita pagar para poder seguir contaminando (Protocolo de Kyoto, o sea, “te pago para que me dejes destruir el mundo de donde saco el dinero con el que te pago”) y asegurar un coste predecible de reducir el CO2, lo que significa que ellos pueden generar incertidumbre sobre el clima, pero que el Estado no puede generarles incertidumbre a ellos en ningún caso.

Mientras, por el otro lado, Greenpeace anuncia que EXXONMOBIL lleva tiempo ya financiando a los que niegan el cambio climático, pagando a institutos, portavoces y tratando de corromper científicos de todo el mundo para que afirmen que el cambio climático es una manía más del planeta o que no existe en absoluto. 

Pero es posible que gran parte se lo estén inventando. Al fin y al cabo, Las petroleras no necesitan incumplir la ley para que el pueblo comprenda que tiene que consumir todo el petróleo que pueda, porque el pueblo ya lo comprende perfectamente y sigue religiosamente los consejos de consumo que la televisión nos inspira, amén.

Pero de ser cierta la acusación, de todas formas EXXONMOBIL lo tendría cada vez más dífícil, con Tony Blair asegurando que o se reducen las emisiones en 10-15 años o esto se acaba, Georges Bush reconociendo que el cambio climático es una realidad, la ONU informando de que la industria es responsable y Al Gore sentenciando a muerte al planeta por culpa del materialismo en ese documental que corre por ahí sobre su persona.

A la izquierda tenemos a Al Gore controlando el planeta desde su nave interestelar. Y es que todos los que vemos los Simpson sabemos desde hace tiempo quien es realmente Al Gore (a la derecha).

No nos engañemos, las leyes del karma son muy claras: “si todo esto nos está ocurriendo ahora, algo habremos hecho”. James Lovelock, fundador de la Ecología y de la teoría de Gaia y a la par científico de la SHELL y la NASA y fuerte detractor del ecologismo sindical, augura la planeada venganza de Gaia sobre su peor enfermedad, nosotros, diciendo que “antes de que este siglo termine, miles de millones de personas morirán, y los pocos grupos que sobrevivan lo harán en el ártico, donde el clima seguirá siendo tolerable”. Y su opinión sobre nuestro futuro desde luego no es la única.

¿Y qué hacer?

Lovelock propone inversiones masivas en energía nuclear como única forma de minimizar el desastre. En ello no coincide con todos. Por ejemplo, Stuart Parkinson y la Sociedad británica de Científicos para la responsabilidad Global (SGR), opinan que las emisiones de carbono a la atmósfera provenientes del enriquecimiento del uranio y de otros procesos necesarios previos al funcionamiento de una central nuclear igualan a las de la quema de combustibles fósiles. Otro problema es el riesgo de que las centrales revienten. Antes de Chernobyl, el informe Ramussen de 1974 fijaba la probabilidad de un accidente nuclear grave en 1 en 1.000.000 y muy grave en 1 en 10.000.000.000. Después de Chernobyl y un montoncito de catástrofes más (Windscale, Idaho Falls, Three Mile Island, Harrisburg, Browns Ferry Alabama, Tsuruga, Bugey...), el riesgo que actualmente reconoce la Agencia Internacional de la Energía Atómica y con el que coincide la industria nuclear es un millón de veces mayor que en el informe Ramussen: la probabilidad de accidentes importantes es de uno cada mil años/reactor. Así que teniendo en cuenta los reactores que serían necesarios para abastecer con energía nuclear el planeta, esto significa que habría un accidente grave cada dos años y medio y un Chernobyl cada algo más de tiempo, y como ese Chernobyl sucediese además en el ártico, estábamos apañados… Dado que la radiación tarda mucho en desaparecer, con esas estadísticas en un tiempo la lucha humana pasaría a consistir en movimientos masivos de refugiados radiactivos buscando lugares más saludables. Y el caso es que esta es la alternativa por la que se está empezando a apostar.

Y al parecer las cosas no funcionan con casi ninguna tecnología verde: casi todas son contaminantes en sus procesos previos de construcción, no son rentables sin subvención, pierden capacidad, no son funcionales por sí solas o son algo absurdas, como la obtención de energía de la biomasa, que consiste fundamentalmente en quemar plantas.

El hidrógeno también se postula como una buena apuesta, dado que no contamina, lo hay en abundancia (el Universo es básicamente hidrógeno) y además suena futurista. Solo tiene el problema de que requiere para ser preparado y almacenado más energía de la que es capaz de dar, es decir, que de momento no sirve absolutamente para nada. Naturalmente, los cientificistas opinan que Dios proveerá y que en el futuro el hidrógeno dará energía y que además tendremos patinetes sobre colchones de aire como los de “Regreso al Futuro II” y todos los hombres y mujeres serán guapos e inteligentes como los de “Gattaca”. Y es muy loable que lo hagan, porque todo esto es altamente posible y deseable que suceda (nuestros genetistas inspirados por Mengele trabajan en lo último con pasión), pero resulta que el futuro lo estamos creando hoy, y hoy no disponemos de suficiente energía sin riesgos ambientales ni de ninguna forma de obtenerla, y dada la pequeña horquilla de tiempo que la realidad nos deja para adaptarnos o morir, puede que cuando lleguemos el campamento esté destruido, porque de momento lo que estamos haciendo como sociedad es prenderle fuego incesantemente mientras algunos piensan cómo podrían ser felices sin necesidad de incendiarlo todo.

No está el jefe de la tribu para decidir porque ya no hay jefes. Y al parecer la mayor parte de la tribu está todavía demasiado influenciada por el servilismo medieval, social y religioso, hasta el punto de que nadie es capaz de tomar el control sobre sí mismo y aplicar por sí mismo, desde sus dominios corporales, la evidente solución al problema enunciado, a la cual cualquier mente con un mínimo de conciencia y razón podría llegar por sí misma si sintiera un mínimo de responsabilidad: primero enterarse de que se está rociando con gasolina el propio hogar, segundo enterarse de cómo detener esa acción física inconsciente, tercero dejar de llevarla a cabo y cuarto empezar a pensar en cómo podemos ser felices sin necesidad de suicidarnos, pero ya con calma y tiempo.

Así, para empezar se podría dejar de usar el petróleo y todos sus derivados. Sí, sí, lo se: algo nos toca a todos la moral con esto: si el petróleo desapareciese no habría más pastelitos “Pantera Rosa”, habría que reutilizar bolsas de la compra, y definitivamente no podrían satisfacer ciertas perversiones fetichistas, pero esta angustia vital es normal, porque nos hallamos ante un periodo de adicción severa al petróleo y sus derivados.

Es normal... las malas compañías... se nos está repitiendo por activa y por pasiva, constantemente y de todas las formas imaginables, que lo que tenemos que hacer para ser felices es ¡comprar, comprar, comprar todo lo que veamos!, ¡más y mejor!, ¡tira el viejo!, ¡compra el nuevo!, ¡colonias de promoción!, ¡muñecas hinchables!, ¡liposucciones, Corporación Dermoestética le extrae la grasa y Dunkin’ Donuts se la vuelve a colocaaaar!

En estos casos, el médico recomienda una desintoxicación. Pero es que además puede informar al paciente de que su droga es materialmente limitada, porque el petróleo se nos acabará, como les sucede a los Smokers en “Waterworld, y que no se ha descubierto cómo cultivarla sin asignarle un precio prohibitivo. Lo que hay es la heroína de la bolsita y no más, el sistema mineral planetario no genera riqueza tan rápido como nosotros la consumimos. Ahora bien, lo que queda es suficiente para destrozarnos la vida definitivamente. Por eso convendría que nos sometiéramos con tranquilidad y buen humor a un tratamiento de desintoxicación lo suficientemente potente para quitarnos nada menos que el ansia material, y entonces... ¡ya está, libres de la pegajosa nube de químicos que respiramos todos los días, de los envoltorios irrompibles de los CDs, del exceso de peso originado en grasas artificiales, de los accidentes de tráfico y del cáncer, y además con más posibilidades de crecimiento espiritual. ¿Qué les parece mi oferta? ¡Compren, compren esta solución!

¿Todo esto les parece ocioso? A mi también, pero como dice Faemino, "peor es estar por ahí delinquiendo".

Nota: Señoras y señores, no se preocupen, lo anterior era una ficción publicitaria. No hay ningún campo de golf con problemas de riego. Aquí a la derecha, ni más ni menos, pueden ver “El Saladillo”, un oasis en Murcia, una de las regiones más desertizadas de España. Fíjense que el lugar en cuestión cuenta incluso con un lago artificial, algo innecesario incluso a la práctica de tan noble deporte. Algunas veces son taaaan excéntricos...