lunes, 2 de octubre de 2006

Pensamiento sistémico con Fritjof Capra. Deconstruyendo el Paradigma Mecanicista.

Dicen las malas lenguas que el ser humano cree todavía hoy por lo general en una serie de premisas no comprobadas de las cuales destacan con mucho el siguiente par de dos:

1. Existe un Universo objetivo, independiente del observador (objetivismo).

2. Dicho Universo es un sistema mecánico compuesto de piezas (mecanicismo).

El sujeto que acepta esto podría ser ateo, cristiano, musulmán o de la cienciología; es irrelevante: sea lo que sea, sin duda dichas creencias importan una mierda comparadas con el poder de las anteriores. El objetivismo y el mecanicismo impregnan por completo la forma de vida del hombre, especialmente del occidental, y llevan ineludiblemente a dos consecuencias sociales: el materialismo (solo existe lo material) y el determinismo (todo tiene una causa física, incluso la conciencia). Por consiguiente, la sociedad se organiza en torno a estas dos ideas: Como solo existe lo material, comienza a acumularlo, y así atesora comida, cosas, dinero, relaciones…, y como los sentimientos y la mente son simple consecuencia de la materia, se centra únicamente en modular ésta para influir en los primeros, teniendo a éstos como irrealidades, tontunas, absurdeces, pájaros en la cabeza y payasadas varias.

Sin embargo, estas dos premisas básicas no están tan claras para todos, y desde principios del siglo XX surgió una fuerte oposición a las mismas en el seno del mismo Occidente, que es donde solemos pasearnos en este blog, dada la falta de receptividad e interés existente en Occidente hacia cualquier idea extranjera (quizás podríamos excluir el Budismo desde que Nacho Cano se convirtió).

He aquí un ejemplo de cómo el budismo es capaz de transformar profundamente a una persona. El musical "Hoy no me puedo levantar" sería otro buen ejemplo.

El objetivismo se cuestiona fuertemente desde la Fenomenología y la Gestalt, de las que hablaremos posteriormente, y también, como hemos visto, es una doctrina ausente en el potente esquema filosófico diseñado por Castaneda, que de no ser verdad bebe mucho de Husserl. Pero dado que el objetivismo es mucho más jodido de atacar, comenzaremos por atizarle un poco al mecanicismo, que ya está en el “sprint” final de su decadencia.

El mecanicismo es definido por la wikipedia como “una doctrina filosófica que afirma que la única forma de causalidad es la influencia física entre las entidades que conforman el mundo material, cuyos límites coincidirían con el mundo real”. Nótese que el sabio autor de dicho artículo indica que simplemente se trata de una “doctrina filosófica”: no nos estamos moviendo para nada en el ámbito de lo científico, sino que precisamente lo “científico”, al menos hasta la década de 1920, parte de dicha doctrina filosófica para realizar cualquier experimento, aseveración o prueba. Así, la ciencia era (y sigue siendo por lo general) simplemente una forma de masturbarse mentalmente a partir de la idea de Descartes, de mirar a ver cómo se la desnudaba y qué posibilidades sexuales ofrecía. Pero hoy la idea de Descartes se ha vuelto comercial y está vieja y fofa como Betty Boop en “Drawn Together”; Claramente ya va siendo hora de renovar el repertorio filosófico-pornográfico con el que idear nuevas teorías.

Para quemar toda esa pornografía anticuada y sustituirla por una de mejor gusto tenemos hoy un invitado de excepción: Fritjof Capra (a la derecha), físico teórico de la Universidad de Viena, que lleva casi cuarenta años resaltando los enormes puntos en común entre la física actual y el misticismo oriental, y que nos interesa especialmente por su aguda crítica al Universo cartesiano y la sistematización de las alternativas emergentes al mismo.

Como indica Capra, la tensión básica se da entre las partes y el todo. El énfasis sobre las partes se llama “mecanicismo”, aunque también “reduccionismo” y “atomismo”, y se ocupa en analizar, mientras que el énfasis en el todo se llama “holístico”, “organicista”, “sistémico”, “ecológico” o “vitalista”, según el siglo y el científico en el que nos encontremos, y se dedica a sintetizar.

El mecanicismo no se fundamenta únicamente en Descartes, dado que Galileo y Newton acuden también en su ayuda con sus construcciones científicas. Veamos brevemente sus ideas y cómo han sido desmontadas a lo largo de los siglos.

- René Descartes creó el método del pensamiento analítico, consistente en desmenuzar los fenómenos complejos en partes para comprender, desde las propiedades de éstas, el funcionamiento del todo. Descartes dividía la naturaleza en dos: mente y materia, y consideraba que el universo material, incluidos los organismos vivos, era una máquina que podía ser enteramente comprendida analizando sus partes más pequeñas. De aquí partió la totalmente infructuosa búsqueda de los ladrillos fundamentales de la realidad, en la que algún pirado todavía persiste pese a que las tendencias dominantes en física cuántica han renunciado ya hace décadas a creer que pueda existir algo como una “partícula fundamental”.

- Por su parte, Galileo Galilei, restringió la ciencia al estudio de lo medible y lo cuantificable, lo cual es una estrategia que sirve claramente al mecanicismo. Pero en consecuencia, según el psiquiatra R.D. Laing, el mundo que Galileo nos ofrece está muerto, dado que fuera quedan la vista, el sonido, el gusto, el tacto el olor, la sensibilidad estética y ética, los valores, las cualidades, el alma, la consciencia y el espíritu… es decir: se carga la experiencia vital en su totalidad para tratar de reconstruirla desde cero, cosa que no se ha completado para nada en los 400 años que llevamos con esta estrategia en funcionamiento. (Aclaremos que no nos identificamos con sus oponentes eclesiásticos antes de decir que Galileo, al igual que Descartes y Newton, era profundamente católico y que jamás fue condenado por herejía, sino por desobediencia. Como ya se indicó anteriormente, todo este asunto del racionalismo mecanicista es cosa de religiosos).

- Luego vino Isaac Newton el Magnífico a rematar la tarea con la consabida mecánica newtoniana, que pretendía explicar todo el movimiento en el Universo y que como hemos indicado ya mil veces, lleva ya demasiado tiempo falseada como para seguir prestándole atención. Al respecto Capra se limita a citar a Blake: “May God us keep / from single vision and Newton sleep”

Y es que el movimiento romántico de finales del siglo XVIII fue el primer cuestionamiento underground y no tan underground de toda esta lógica. Tanto Goethe como Kant tenían una visión organicista del mundo y particularmente de los seres vivos. Kant percibía que cada parte era a su vez un organismo que producía cada otra parte. Esta interrelación conforma así un “sistema”, no un “mecanismo”. La Tierra también se comenzó a percibir como un “todo” vivo. En ello anduvieron Alexander von Humboldt y James Hutton, entre muchos otros. Hoy, la hipótesis de Gaia de James Lovelock está gracias a Dios mayoritariamente aceptada en el mundo de la ciencia, pero no lo estaba hace unos meros veinte años. A la izquierda vemos una representación de la “urpflanze” de Goethe (la planta originaria, el patrón conforme al cual crecen todas), una idea que ha sido tomada por los vitalistas desde el siglo XIX como indicador de la existencia de un patrón “no físico” organizativo de la vida.

En el siglo XIX, el mecanicismo volvió a pegar fuerte con el perfeccionamiento del microscopio y la formulación de la teoría celular, que ancló a la biología en términos físico-químicos, reconduciéndose incluso el evolucionismo de Darwin en último término a la misma historia. La física se instituyó de nuevo como ciencia líder en el conocimiento de la realidad, matriz de las restantes.

Sin embargo, todo esto comenzó pronto también a contestarse desde el campo de la biología, que es donde estas teorías hacen aguas más fácilmente, y ello comenzó desde las primeras décadas del siglo XX. El problema es el siguiente: puesto que la información genética es idéntica para cada célula, ¿cómo pueden éstas especializarse en distintas vías convirtiéndose en células musculares, sanguíneas, óseas, nerviosas…?. Para solucionar este problema, que desde una postura mecanicista no ha logrado todavía solventarse, surgen dos corrientes teóricas fundamentales: el organicismo y el vitalismo. Ambas rechazan el mecanicismo, pero de dos formas diferentes:

- El vitalismo postula la existencia de un agente “no físico” que actúa sobre la materia transformándola. En su día Driesch resucitó para ello el concepto de “entelequia” acuñado por Aristóteles, pero hoy tenemos un mejor ejemplo de vitalismo en Rupert Sheldrake, a quien mencionamos continuamente aquí, que habla de los “campos morfogenéticos” como la fuente que proporciona la información del patrón hacia el que debe crecer todo embrión.

- El organicismo, en cambio, no utiliza la idea de una entidad “no física”, y ve el comportamiento de un organismo como un todo integrado que no puede ser comprendido únicamente desde el estudio de sus partes.

- Dicho organicismo se transforma a lo largo del siglo XX en la actual teoría de sistemas que postula que “el todo es más que la suma de las partes”, teoría en la que se inscribe nuestro invitado de hoy: Capra. Debido a que de la suma de las partes surgen “propiedades emergentes” que no existían en niveles de menor complejidad, no es posible utilizar el método analítico cartesiano para comprender sistemas, sino que más bien las propiedades de las partes solo pueden conocerse y comprenderse desde la organización del conjunto. Así pues, se trata de un pensamiento “contextual”, no analítico.

El pensamiento sistémico actual, con todas sus ramificaciones, se legitima y proviene de los descubrimientos realizados en física cuántica en la década de los 20 por científicos como Heisenberg, Bohr y Einstein. En física cuántica, las partículas subatómicas carecen de significado como entidades aisladas y sólo pueden ser entendidas como interconexiones entre varios procesos de observación y medición. La conclusión a la que se llegó, y que en su día produjo una terrible crisis de conciencia en los científicos que trabajaban al respecto, es que “no podemos descomponer el mundo en unidades elementales independientes” y que el todo (campo cuántico) determina el comportamiento de las partes (electrones…). Einstein dice en su autobiografía que “fue como si la tierra hubiese desaparecido bajo nuestros pies sin tener ningún cimiento firme a la vista sobre el que poder construir”.

Como demuestra la física cuántica, en última instancia no hay “partes” en absoluto, sino únicamente “patrones” de probabilidad. Así, Norbert Wiener explicaba que lo que percibimos como un ser humano se explica mejor con la metáfora del remolino de agua en un río. El río está calmado, nace un remolino, permanece un rato y luego desaparece: eso es una vida humana. Wiener decía en 1950 que “no somos materia perdurable, sino pautas que se perpetúan a sí mismas”.

De la teoría de sistemas surgen los actuales métodos modernos de sanación, tanto personales como globales: a nivel individual tenemos la terapia Gestalt (y sus desarrollos, entre los que podríamos contar incluso la psicomagia de Jodorowsky), y a nivel global tenemos la Ecología, que parte de la constatación de que el planeta es un sistema de interrelaciones y, en consecuencia, debe ser tenido en cuenta el “todo” en cualquier decisión sobre las “partes” (ahí tenemos el fundamento para el surgimiento de las todavía tímidas técnicas jurídicas horizontales de Evaluación de Impacto Ambiental y la Autorización Ambiental Integrada). La Tierra se ve ya como un enorme organismo multicriatural donde las especies se relacionan entre sí como en una “red”; Como dice Capra, se constata la ausencia de jerarquías naturales: solo hay redes dentro de redes. El concepto de red se vuelve así esencial para la comprensión de la vida, y da lugar al término alemán “verneztes Denken” (pensamiento en términos de redes).

No confundir con el inefable programa presentado por el insoportable personaje de arriba, en este caso claramente asustándose de su propia cerrazón mental. Si hay interesados en leer algunas de las ideas que están matando el planeta, que acudan a su blog racionalista, mecanicista y fanático del cientificismo retrógrado más burdo, populista y peligroso: http://www.smartplanet.es/punsetblog/

Siguiendo la lógica de las redes, en último término tenemos el intento de Geoffrey Chew de realizar una teoría de “todo”: la teoría Bootstrap, que rechaza la existencia de cualquier tipo de entidad, ley o constante fundamental y ve el Universo material como una red dinámica de acontecimientos interrelacionados donde ninguna de las propiedades de ninguna parte es fundamental y la consistencia total de sus interrelaciones determina la estructura de toda la red. Por supuesto, esta visión afecta al tradicional concepto de objetividad científica, haciendo absolutamente imposible la adquisición de una certeza sobre cualquier cosa, dado que la teoría de sistemas implica que es necesario conocer el todo para conocer completamente cualquier parte. Esto comienza con la formulación del principio de incertidumbre de Heisenberg y continúa extendiéndose lógicamente a “todo”. En consecuencia, llegamos a la conclusión de que YA NO VA A HABER CERTEZAS NUNCA MÁS; todo lo más que lograremos serán aproximaciones probabilísticas (he aquí el problema de legitimidad con el que se encuentra todo ecologista. El principio de precaución que hoy enarbola –sin aplicarlo jamás- la Comunidad Europea es un claro ejemplo de traducción social de las consecuencias de la teoría de sistemas: No cabe postergar la acción política o administrativa hasta la adquisición de certidumbres científicas porque “no se puede adquirir certidumbres nunca”).

Todo esto implica que el mecanicismo ha sido abandonado de golpe como filosofía válida y va perdiendo peso muy rápido conforme mueren sus defensores (como decía Plank), introduciéndose la alternativa sistémica poco a poco en el pensamiento social. Pero por supuesto, esto no ha sido advertido todavía por la mayor parte de la población, que en su inmensa mayoría sigue pensando como a mediados del siglo XIX (y en ocasiones XVII o antes) y actuando en consecuencia conforme a una visión del mundo quizás incluso menos real que el mito de Adán y Eva, que al menos puede interpretarse metafóricamente.

Finalmente, una cita de Descartes para la destrucción y simultáneo lucimiento del mismo:

“Mientras que las ciencias tomen prestados sus principios de la filosofía, considero que nada sólido podrá ser edificado sobre tan inestables cimientos”.

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Volveremos sobre Capra más adelante, pero recomendamos ya la lectura de "El tao de la física" y "La trama de la vida" (de donde está extraída gran parte del contenido de este post).

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