martes, 16 de mayo de 2006

David Bohm y la teoría del orden implicado

Para hablar de orden implicado es necesario primero entender qué se entiende hoy en día por "orden", para lo cual procederemos primero a ilustrar una sucinta evolución de dicho concepto.

Aristóteles decía que cada objeto tiene un lugar adecuado en el orden de las cosas, de modo que el movimiento de los cuerpos puede entenderse como un esfuerzo por alcanzar ese lugar adecuado. El universo se contemplaba como un organismo, y la sociedad en general y cada persona en particular se veían como una imágen del orden total y eterno.

Tras la Edad Media, se inaugura un nuevo concepto de orden según el cual nada tiene tiene un lugar especial y el movimiento se reduce a un proceso mecánico sin meta última. El universo se pasó a contemplar como un mecanismo.

Este concepto de orden, que todavía despierta pasiones entre la gente, comenzó a disolverse con la relatividad de Einstein y más tarde con la teoría cuántica, y el orden dejó de entenderse símplemente como "orden mecánico".

Todo orden se basa, en un primer momento, en la percepción de diferencias, y después en la creación de similitudes a partir de dichas diferencias. Es así como funciona la percepción visual, por ejemplo. Cuando pasamos por delante de un edificio, cada visión del mismo mientras avanzamos es diferente, y sin embargo las agrupamos juntas para crear el concepto estático "edificio", que en realidad nunca hemos visto igual. Generamos una categoría: creamos un orden. Por consiguiente, podría parecer que el orden se halla tan sólo en el interior de nuestra mente, pero ¿qué sucede con los copos de nieve, los avisperos hexagonales o las conchas de caracol? Estos ejemplos parecen simples, pero hay otros más complejos que también siguen un orden. Así pues, el orden es "un proceso dinámico en el que se ven implicados tanto el sujeto perceptor como el objeto percibido, así como el ciclo de comunicación-percepción que los une".

Tomemos como ejemplo una pelota y pretendamos que se mueve conforme a la segunda ley del movimiento de Newton. Si queda definida la fuerza con que se empuja la pelota, sólo hay que determinar su posición inicial y su velocidad para conocer todo el movimiento y la trayectoria. Al ser dos variables, hablamos de orden de segundo grado. Si la pelota cae por una pendiente con muchas imperfecciones, será necesario conocer la naturaleza de todas las fuerzas que actúan sobre ella cada vez que rebota, y si las conocemos, seguiremos teniendo un orden de segundo grado, aunque los movimientos puedan parecer fortuitos.

En el caso de las olas del mar se puede observar mucho mejor. Un espectador distante puede explicar que su movimiento es caótico, fortuito, pero están formadas por muchos subórdenes de pequeños remolinos y corrientes.

Más ejemplos de supuesto azar: los números generados aleatoriamente por ordenador no son en verdad aleatorios, sino que siguen un orden determinado matemático, por ejemplo, generando un distinto número cada segundo y multiplicándolo por sí mismo tantas veces dependiendo de la hora que es en ese momento. A ojos del sujeto perceptor, los números son aleatorios, pero en realidad su generación está determinada por una serie de factores.

Pues bien, la teoría matemática del caos propone que el "azar" no existe, y que el "caos" no es más que un tipo de orden de grado infinito. Si se percibe como azar, es que no se está analizando en el contexto adecuado.

La teoría cuántica introduce nuevos problemas. Las partículas no siguen aparentemente ningún orden, no responden a las leyes del movimiento newtonianas y realizan excentricidades tales como duplicarse, teletransportarse, convertirse en ondas o necesitar girar más de 360º para girar completamente. No es posible entender un sistema como un conjunto de partes separadas sin caer en el azar absoluto. La interpretación más usual de esta teoría es que el azar es una cualidad de la naturaleza, inexplicable y no analizable.

Sin embargo, David Bohm (a la derecha), discípulo del renombrado premio Nobel Niels Bohr propone que todo lo que sucede, lo hace en un orden determinado. Pero este orden no es visible en este caso; se trata de un "orden implicado". Este orden va más allá de las leyes probabilísticas que rigen el comportamiento cuántico de las partículas, y afecta incluso a estas propias leyes, que tendrían así también un orden de grado infinito derivado de un "orden superimplicado". Esto va mucho más allá de las actuales interpretaciones de la teoría cuántica, y se denomina "interpretación causal de la teoría cuántica". Como indica Bohm, "no hay cabida para este tipo de órdenes en el marco de las nociones normalmente aceptadas por la física, la química, la biología y otras ciencias. Así, cualquiera que pudiera ser la base de un orden de este tipo en los procesos naturales sería aprehendido por nuestras concepciones actuales como falta total de orden".

Hay ejemplos que pueden ilustrar un poco la enorme variedad de fenómenos "explicados" (percibidos) a los que subyace un orden "implicado" (escondido). Por ejemplo, en materia de entropía, tenemos la llamada "inestabilidad de Bénard", estudiada por Ilya Prigogine, en la que durante una subida de temperatura en un líquido, millones de moléculas se mueven de manera coherente, formando celdillas hexagonales de convección de tamaño característico. Un orden ha surgido del caos creando un fenómeno espectacular, por otro lado observable por cualquiera en determinadas condiciones, prestando la suficiente atención a la superficie del agua cuando se calienta y mirando tangencialmente desde un lado del recipiente.

El "orden implicado", del que enseguida se hablará, es un tipo de "orden generativo". Los fractales son órdenes generativos, que siguen un patrón de adición cada vez más pequeña para formar básicamente todo lo que es observable en el mundo. El mejor ejemplo son las plantas, que crecen siguiendo un orden fractal. A la derecha vemos cómo de la forma de la hoja salen pequeñas hojas iguales pero más pequeñas, y así ad infinitum. Esto ya lo advirtió Goethe con su concepto de la "Urpflanze" en el s. XIX. Actualmente se está postulado que incluso las formas de los continentes y las costas siguen asimismo un orden fractal, aunque mucho más complejo.

El arte también sigue un oden generativo. Todos los artistas siguen un orden generativo de creación que contiene subórdenes complejos y dinámicos jerárquicamente ordenados. Así, el gran artista es quien percibe el mundo de una forma diferente (conforme a un orden distinto), y traslada dicho orden a sus cuadros, esculturas...

También la música experimental explora nuevos órdenes generativos. Los no acostumbrados al contexto en el cual se genera dicho orden, percibirá dicha música como equivocada, malsonante, falta de significado... Lo que sucede es que dicha persona trata de captar el significado de la música conforme a una noción de orden anticuada, clásica. Explorar el nuevo orden por medio de la audición de más música experimental de ese tipo le descubrirá los patrones, estructutas y sonoridades en que ésta se basa, y pasará a tener un significado, salvo que la persona sea demasiado mediocre o su pereza le impida salir de las categorías tradicionales.

¿Que no entendéis a Tapies? Panda de mediocres...

Pero el ejemplo más revelador de lo que implica el orden implicado, citado por Bohm, es el siguiente:

Tómense dos cilindros de cristal concéntricos, el interior fijo y el exterior capaz de girar. El espacio entre los cilindros se llena de una sustancia viscosa como la glicerina. Cuando se da vueltas al cilindro exterior, éste arrastra casi a la misma velocidad el líquido que tiene cerca, mientras que el que está cerca del cilindro estático casi no se mueve.

Si ponemos en el líquido una gota de tinta insoluble y giramos el cilindro externo, se podrá observar, en consecuencia, cómo se va alargando; la parte cercana al cilindo estático va más lenta y la cercana al otro va más rápida, por lo que la gota se alarga en un hilo hasta que se vuelve tan delgada que termina resultando invisible. Pero si después giramos el cilindro en dirección contraria, la gota volverá a aparecer (dada la viscosidad del líquido), como surgiendo de la nada.

Ahora imaginemos que se ponen varias gotas en línea espacial y temporal, es decir: ponemos una, giramos el cilindro, ponemos otra un poco más abajo, giramos el cilindro... Así, giramos hasta que todas desaparezcan de la vista. A continuación, giramos en dirección contraria rapidísimo y lo que aparece a nuestra vista es una única gota moviéndose de un lado a otro. Este es el fenómeno "explicado". Sin embargo, lo que subyace son muchas gotas que aparecen en posiciones y momentos diferentes y después vuelven a desaparecer. Este es el fenómeno "implicado".

Hágase la analogía al mundo de las partículas cuánticas como hace Bohm, y resultará bastante más sencillo explicar su comportamiento. Así, por ejemplo, las partículas podrían sencillamente no existir, y ser intersecciones de ondas "percibidas" como partículas, etc... No tratamos de explicar dicha realidad conforme a las reglas "normales" de trayectorias tridimensionales, lo que nos llevaría al caos y al azar, sino que introducimos otra "dimensión": el orden subyacente: el orden implicado.

Así, las partículas son estructuras dinámicas, siempre en contacto con el todo a partir del cual se desenvuelven y en el cual se envuelven, y no pequeñas bolas de billar newtonianas, en contacto sólo con sus propias formas localizadas. Evidentemente todo esto nos lleva a una concepción holística del universo como un todo único, bastante más cercana a la aristotélica que a la mecanicista. Esta anaolgía se puede ver en los hologramas, en los que cada parte refleja la totalidad del dibujo.

Así, el "orden implicado" del movimiento de las partículas sería el "campo cuántico", en el que se subyace la información que se desenvuelve en cada suceso particular. Sin embargo, el funcionamiento de dicho campo cuántico estaría guiado asimismo por otro orden implicado que, en este caso, se llamaría "orden superimplicado". Este orden no está cubierto por la actual teoría cuántica, que se queda en el campo cuántico.

Pero para Bohm, el nivel perfecto es la existencia de tres órdenes implicados. La existencia de estos tres niveles es necesaria para cerrar el sistema. Esto se explica, por ejemplo, utilizando la analogía de un juego de ordenador. El ordenador (orden implicado 3) produce imágenes en pantalla (orden implicado 2), que el jugador (orden implicado 1) interpreta y frente a las cuales da instrucciones al ordenador, que vuelve a producir imágenes diferentes. Así, el tercer orden implicado determina al segundo y es, a su vez, afectado por el primero.

Así, el sujeto que observa, está modificando lo observado. Esta es la conclusión inevitable de la física cuántica desde la paradoja de Schrödinger, pero fue adelantada ya por Kant al proponer este la necesidad de un giro copernicano en filosofía consistente en aceptar que en el acto de conocimiento el sujeto cognoscente modifica la realidad conocida, y que no es posible conocer el noúmenos (cosa en sí), sino solo el fenómeno (cualidades percibidas a priori).

En nuestra vida diaria, para Bohm está claro que el pensamiento es un orden implicado, así como los sentimientos también lo son, y se envuelven mutuamente. A la hora de analizar la diferencia entre mente y materia, y debido a la triple relación arriba mencionada, Bohm llega a la conclusión de que son "dos aspectos de un todo y no más separables de lo que lo son forma y contenido", viniendo así a coincidir, por ejemplo, con una tradición hinduista de más de 4.000 años. En otro post estudiaremos más detenidamente las relaciones entre la física moderna y las filosofías orientales.

Lo anterior, en todo caso, lleva a Bohm finalmente a afirmar la importancia de la inteligencia creativa, dado que es la única forma de aprehender cosas nuevas, entendiendo el nuevo orden que las genera en vez de tratar de encajarlas en las categorías conocidas. Todo progreso se basa en dicha inteligencia creativa.

Por eso, el rechazo sistemático de cualquier evento, teoría o experiencia que se aleje de los postulados racionalistas (que no son más que un orden más) y los intentos de encasillarlo en alguna categoría ya conocida y explicable por medio de la consabida frase: "seguro que tiene alguna explicación racional (véase, comprobable mediante el método racional)", es una práctica mediocre y reaccionaria.

Entendemos también mejor cómo Sheldrake traslada esta teoría al campo de la biología bajo el nombre de "campos mórficos". Ahora podemos observar que el campo mórfico en que se desenvuelve la información de nuestra creación, comportamiento y memoria es un orden implicado.

El problema de todo lo explicado hasta aquí es que remite a la recurrente idea de la pared de Platón, del "maya" de los Vedas hindúes, del "tonal" de Castaneda, del "fenómeno" de Kant, o de la cuarta dimensión de H. Hinton. No percibimos la realidad, sino simplemente los "fenómenos explicados".

Interesados acudan a:

- BOHM, D. La totalidad y el orden implicado. Kairós, 1998. - BOHM, D y PEAT, F.D, Ciencia, orden y creatividad. Las raices creativas de la ciencia y la vida. Kairós, 2003.

PS: Si Kant llega a enterarse de que su teoría iba a aparecer entre las enseñanzas de un brujo mexicano a Carlos Castaneda y las teorías de un matemático inglés que escribía "romances de ciencia ficción" y al que conocí a través de la lectura de "From Hell" de Allan Moore (un cómic sobre Jack el destripador), se habría indignado, pero tras ver éste retrato suyo he comprendido que probablemente se merecía este honorable puesto:

Ahora sabemos de dónde le venía la sabiduría al maestro Yoda.

sábado, 6 de mayo de 2006

Carl Jung y la Sincronicidad

El 28 de julio de 1900, el rey Humberto 1 de Italia cenaba en un restaurante de Monza, donde debía presenciar un concurso de atletismo al día siguiente. Con gran sorpresa observó que el propietario del establecimiento era idéntico a él. Entabló conversación con él, y fue descubriendo que existían entre ellos otras semejanzas. El dueño también se llamaba Humberto; al igual que el rey, había nacido en Turín, y en el mismo día; y se había casado con una chica llamada Margherita el mismo día en que el rey se casó con su esposa, la reina Margherita. Y había inaugurado el restaurante el día en que Humberto 1 fue coronado rey de Italia.

El rey quedó fascinado e invitó a su doble a que asistiera al concurso de atletismo con él. Pero al día siguiente, ya en el estadio, el ayudante del rey le informó que el dueño del restaurante había muerto aquella mañana después de que le hubieran disparado misteriosamente. Y mientras el rey expresaba su pesar, un anarquista llamado Gaetano Bresci disparó contra él y le mató.

La historia puede parecer increible, pero es verídica. Como ésta pueden contarse otras todavía más impresionantes. Así, por ejemplo, el cálculo fue descubierto al mismo tiempo e independientemente por Newton y Leibniz. Pero dejaremos que el lector interesado busque en la red y en su propia vida tales coincidencias, y que lleve un diario de coincidencias como hacía Paul Kammerer a principios de siglo.

Es evidente que el racionalismo clásico se muestra incapaz de explicar esta coincidencia, así que se incardina en la categoría tan manida de "casualidad", que sirve generalmente para englobar aquello que contradice el paradigma mecanicista, al igual que otras como "sugestión", que básicamente sirven para explicar todo sin explicar absolutamente nada.

Pero existe una teoría capaz de explicar estos fenómenos: la sincronicidad. Dicha teoría fue desarrollada por el psicólogo sucesor de Freud, Carl Gustav Jung y el premio Nobel de química Wolfgang Pauli, que desarrolló el principio de exclusión y vivía obsesionado con la constante de la estructura fina: 1/137. Esta constante es uno de los grandes misterios de la ciencia que todavía no ha sido resuelto. En una ocasión, Pauli (el que está a la izquierda), fue ingresado en un hospital, y cuando le dijeron que su habitación era la 137, inmediatamente dijo "no saldré de aquí". Efectivamente, murió poco después.

Carl Jung define la "sincronicidad" como "una coincidencia significativa de dos o más sucesos en la que está implicada algo más que la probabilidad aleatoria". Lo que distingue una sincronicidad de sucesos sincrónicos normales es la existencia de un significado subjetivo común que inevitablemente interpreta el sujeto que la experimenta. Se trata de una teoría que inaplica el principio de causa-efecto del paradigma moderno y, al mismo tiempo, es una teoría antimaterialista, puesto que se centra en una experiencia subjetiva que engloba alineamientos supuestamente "exteriores" de sucesos.

Durante su vida, Jung vivió constantes sincronicidades tanto personalmente como en la vida de pacientes de psicoanálisis. En un determinado caso, una paciente excesivamente "racional" soñaba constantemente con un escarabajo dorado. Jung no podía avanzar en el psicoanálisis con ella debido a la resistencia de un modo de pensar demasiado cerrado. Sin embargo, un día, tras relatarle la paciente otro sueño, sonó un golpe en la ventana, Jung la abrió y en la habitación entró precisamente un escarabajo verde dorado que se posó sobre la mesa. La mente de la paciente no volvió a oponer resistencia al psicoanálisis.

Las sincronicidades suelen suceder con mayor profusión en periodos de transformación: nacimientos, muertes, enamoramiento, psicoterapia, obra creadora intensa, cambio de profesión... En palabras de David Peat, "es como si esta reestructuración interna produjese resonancias externas o como si una explosión de «energía mental» se propagase hacia afuera en el mundo físico".

A continuación mencionaremos un experimento muy interesante que ilustra la sincronicidad a nivel molecular:

El experimento fue llevado a cabo por el Ejército estadounidense. Se recogió una muestra de leucocitos de un número de donantes. Estas muestras se colocaron en una habitación equipada con un equipo de medición de los cambios eléctricos. En este experimento el donante era colocado en una habitación y sometido a "estímulos emocionales" consistentes en vídeo clips que generaban emociones en el donante. El ADN era colocado en un lugar diferente al del donante, pero en el mismo edificio. Ambos donante y su ADN eran monitoreados y cuando el donante mostraba sus altos y bajos emocionales (medidos en ondas eléctricas) el ADN expresó respuestas idénticas y al mismo tiempo. No hubo lapso y tiempo retraso de transmisión. Los altos y bajos del ADN coincidieron exactamente con los altos y bajos del donante. Se pretendía saber cuan lejos podían separar al donante de su ADN y continuar observando ese efecto, y se detuvieron las pruebas al llegar a una separación de 80 Kilómetros entre el ADN y su donante, teniendo el mismo resultado. Sin lapso y sin retraso de transmisión.El ADN y el donante tuvieron las mismas respuestas al mismo tiempo. Gregg Braden dice que esto significa que las células vivas se reconocen por una forma de energía no reconocida con anterioridad. Esta energía no se ve afectada ni por la distancia ni por el tiempo. Esta no es una forma de energía localizada, es una energía que existe en todas partes y todo el tiempo.

Vemos la ineludible relación con la teoría de lós campos mórfogénicos de Sheldrake que explicamos hace dos post. Es prácticamente evidente que un campo sincrónico une al individuo con su ADN, sin importar la distancia.

El problema que estas teorías tienen es, como ya hemos mencionado, que eliminan el principio de causalidad inherente al mecanicismo clásico, y no se limitan al nivel cuántico, donde está totalmente comprobado que la causalidad no termina de funcionar, sino que se refieren a nuestras propias vidas.

Así, en palabras de David Peat:

"La causalidad en la física es una idealización, una realidad que sólo existe dentro del mundo de las ecuaciones y de las simulaciones de computadora. No se debe confundir nunca con los variados, complejos y sutiles sucesos individuales de la realidad. En un universo en que «todo causa todo lo demás», es sólo a través de la realización de experimentos del pensamiento y la separación de las contingencias de la naturaleza que se pueden deducir los patrones individuales fundamentales".

El punto común de la teoría de la sincronicidad con la de los campos mórficos, o la del orden implicado es la disolución del paradigma del representacionismo materialista: así, según esta visión, la materia no representa una «realidad fundamental» sino que es la manifestación de algo que está más allá del terreno material.

Así pueden explicarse las sincronicidades como coincidencias que suceden en un nivel "explicado" (maya, el tejido del que está hecho la realidad para el hinduismo, y la pared de la caverna de Platón), mientras que el nivel real es el nivel "implicado", ya se le llame campo mórfico, cuarta dimensión o como se quiera. O como dice Deepak Chopra, que también trata el tema de la sincronicidad, "en este segundo nivel de existencia, la silla en la que estás sentado no es otra cosa que energía e información".

En el experimento Grinberg-Zylberbaum, publicado en 1987, los científicos utilizaron un electroencefalógrafo para medir las ondas cerebrales de parejas que meditaban juntas. Descubrieron que algunas parejas mostraban una fuerte correlación entre sus patrones de ondas cerebrales, lo que sugería un estrecho vínculo o relación mental. Estas personas podían identificar, cuando se percibían en comunicación directa con la otra, información que era confirmada por las máquinas que medían sus ondas cerebrales. A estas parejas estrechamente vinculadas se les pidió que meditaran juntas, una al lado de la otra, durante veinte minutos. Después, una de ellas se trasladaba a otra habitación, cerrada y aislada. Una vez ubicadas, cada una en una habitación distinta, se les pidió que intentaran establecer comunicación directa con la otra. La persona que había sido trasladada era estimulada en su habitación con brillantes destellos de luz, que causaban en sus ondas cerebrales pequeños picos llamados potenciales provocados. Pero lo fascinante de este experimento es que la persona que no estaba expuesta a la luz, también mostraba pequeños picos en sus ondas cerebrales que correspondían a los potenciales provocados de la que estaba expuesta a los destellos. Así pues, estas dos personas estaban conectadas en un nivel profundo por medio de la meditación, y esa conexión provocaba reacciones físicas mensurables en ambas, incluso en la que no estaba expuesta al estímulo luminoso. Lo que le ocurría a una le sucedía a la otra, automáticamente y en forma instantánea. Estos resultados no pueden explicarse si no es a través de la correlación no circunscrita que ocurre en el ámbito virtual, el nivel del espíritu que conecta, organiza y sincroniza todo. Este campo ilimitado de inteligencia o conciencia está en todos lados; se manifiesta en todas las cosas. Sin embargo, no es necesario entrar en un laboratorio para ver a esta inteligencia no circunscrita en acción. Las pruebas están por todos lados, en los animales, en la naturaleza e, incluso, en nuestro cuerpo.

Los científicos también proponen un nivel de existencia llamado hiperespacio octodimensional de Minkowsky. En esta dimensión, concebida matemáticamente, la distancia entre dos sucesos, sin importar cuan distantes puedan parecer en el espacio y el tiempo, siempre es igual a cero. A su vez, esto sugiere una dimensión de existencia en la que todos somos inseparablemente uno. La separación puede ser sólo una ilusión

Es desde esta perspectiva de unidad ineludible del Todo como se puede entender la existencia de sincronicidad. Cuando tú no eres nada diferente de la silla en la que te sientas, el sol, un átomo, un mechero, el fuego, el amor, la cólera, una idea o un grano de cáfé, cuando todo lo que existe es "la manta", en palabras de Dustin Hoffman en "I Heart Huckabees", se puede comprender que tales objetos puedan alinearse de una determinada manera formando lo que a ojos de un ser obsesionado con separar los objetos en cosas diferentes es una coincidencia. No hay tal. Mente y cuerpo son lo mismo. Externo e interno también.

Esto nos conduce al budismo, pero no trataremos aquí este tema. La sincronicidad fue también la base de la cultura china Shang, que fue una de las más importantes de la antigüedad, duró más que el Imperio británico y se basaba fundamentalmente en la adivinación del futuro sobre conchas de tortuga (como la de la derecha). Toda la actual escritura china se basa en los patrones advertidos en la concha cuando se la golpeaba y observaba. El método chino de adivinación llamado "I Ching" se basa, igualmente, en postulados no causalistas sino sincrónicos, y prácticamente cualquier método adivinatorio cumple la misma premisa: la interpretación del todo a través de los hechos particulares, la capacidad de captar la esencia de un "momento", por ejemplo en el nacimiento de una mariposa de un capullo; este tipo de cosas que cuando vemos en una película oriental no entendemos y nos aburren...

Las sincronicidades son importantes en la vida de una persona. Si se alcanza su significado, se puede percibir el camino que se debe tomar, la decisión que corresponde adoptar, etc... Evidentemente, esto nunca sucederá mientras la mente las perciba como simples casualidades. La forma de ver el mundo condiciona el mundo en el que vivimos (fin del paradigma representacionista). Si decides dar un significado a las coincidencias que vives, no solo empiezas a percibir más, sino que eres capaz de aprovecharlas en tu favor.

"Rompe las cadenas de tu pensamiento y al mismo tiempo romperas tus cadenas corporales". Richard Bach.

Interesados en sincronicidad desde una perspectiva estrictamente científica lean: - F.D. Peat. Sincronicidad, puente entre mente y materia.

Y aquellos que deseen una perspectiva más esotérica: - Deepak Chopra. Sincronicidad y destino.

Esta coincidencia no es sincrónica, pero ilustra la necesidad de hacer caso a los del "Proyecto Gran Simio".

martes, 2 de mayo de 2006

El Tiempo, ¿Lineal, estático, absoluto, relativo?

Hoy toca hablar del tiempo. Las concepciones científicas al respecto han cambiado considerablemente a lo largo del último siglo. Así, hoy casi todas las teorías físicas consideran que el tiempo no existe, o que solo existe un único tiempo, estático y no lineal. Pero podemos remontarnos muchos cientos de años para encontrar antecedentes filosóficos a estas teorías.

- Para Aristóteles, "el tiempo no existe sin el cambio".

- Para San Agustín, "el tiempo no existe, y es sólo una propiedad específica del universo".

- Leibniz consideraba que, tanto el espacio como el tiempo son relativos, y lo único absoluto son nuestras experiencias sobre la relación entre los objetos, tanto espacial como temporal.

- Según Kant, el tiempo no existe como una realidad en sí exterior a nosotros, ni como algo que tienen las cosas en movimiento, sino como una manera de percibir propia del hombre. El tiempo existe en cada uno de nosotros como una forma de ordenar nuestra experiencia interna.

- En el mismo sentido, Schopenhauer afirma que “nadie ha vivido en el pasado, nadie vivirá en el futuro: el presente es la forma de toda vida”.

- Henri Bergson, filósofo trascendentalista, dedicó muchos más esfuerzos a la elaboración de una teoría que hoy sigue siendo citada por científicos Nobel como Ilya Prigogine. Para él, "el movimiento parcelado en momentos estáticos no es otra cosa que espacio, y sólo adquiere sentido de movimiento si hay un espectador que opere la síntesis mental de lo recorrido por el móvil. Pero esta síntesis es un puro proceso psíquico. De hecho, fuera de nosotros, únicamente existen situaciones estáticas del móvil en el espacio". Bergson defiende la existencia de un tiempo psicológico, basado en la experiencia del observador, que sí divide entre antes, ahora y después. Así, "fuera de nosotros sólo hay espacio. En nuestro interior, en cambio, existe la verdadera duración: el proceso por el que se va penetrando y fusionando una sucesión de hechos psicológicos".

Y respecto a los científicos, las teorías han avanzado más lentamente pero en el mismo sentido:

- Por ejemplo, el planteamiento de la teoría de la gravedad de Newton es tal que los efectos gravitatorios son inmediatos sobre cualquier objeto sin importar la distancia a que estén. Se trata de mecanicismo, sí, pero un mecanicismo causalista en el que la variable tiempo sencillamente no existe. La relación gravitatoria entre una estrella del otro lado del universo y nuestro planeta es inmediata.

- Einstein decía que “Para nosotros, físicos convencidos, el pasado, presente y futuro, solo son ilusiones, aunque se trata de ilusiones muy verídicas”. La relatividad implica un tiempo relativo a la masa y a la energía, nunca absoluto. Para hacer compatible esta teoría con la gravedad, Einstein tiene que inventarse la curvatura del espacio tiempo, que implica que todos los cuerpos se mueven en línea recta, pero los percibimos girar... porque el tiempo y el espacio se relativizan. Esta teoría ha modificado definitivamente la concepción lineal del tiempo (tiempo = principio y fin), y nos ha hecho volver a una visión estático-cíclica del mismo, como en la antigüedad (tiempo = eternidad).

- En la misma línea que la exclusión del tiempo en la teoría de la gravedad, según la interpretación causalista de la teoría cuántica (David Bohm), todas las partículas del universo influencian a todas las demás de un modo sincrónico, sin mediación de tiempo, siempre que pertenezcan al mismo “campo cuántico”, que es el que guía su comportamiento impredecible. por otro lado, la teoría cuántica no impone restricción matemática alguna a la posibilidad de viajar en el tiempo, dado que no existe un tiempo lineal, así que el viaje es en el espacio, a un estado de las cosas que nosotros percibimos como anterior, e implicaría además un cambio dimensional, pero se tratarán los viajes en el tiempo en otro post.

- Conforme a la teoría de Stephen Hawkin, el Universo no tiene principio ni final. El Big Bang ya no es el principio, etc… El Universo no es inmóvil, pero sí es eterno (concepción estático-cíclica del tiempo). Esto implica que el tiempo no tiene una dirección determinada, no va “hacia adelante irresmisiblemente” (concepción lineal), sino que simplemente “es”.

- Ilya Prigogine, teórico del caos, opina que el tiempo es la única realidad subyacente, pero lo divide en un tiempo objetivo externo a nosotros y en un tiempo interno, para el que remite a la teoría de Henri Bergson.

- Peter Lynds es un físico neozelandés no titulado considerado por muchos "el nuevo Einstein". De hecho, su teoría invalida la de la relatividad de Einstein y la del tiempo imaginario de Hawking. Lynds considera que el tiempo y el espacio no existen en ausencia de materia y energía. No existen los instantes en ningún proceso físico dinámico. El movimiento es constante, y la posición no se puede medir porque nunca nada se mantiene una posición determinada (esto explica el principio de incertidumbre de Heisenberg). Esto, entre otras cosas, se carga por primera vez la paradoja de Zenón, con 2500 años de antigüedad (la de que es imposible llegar desde A hasta B si cada paso que se da es la mitad de largo que el anterior, o la de "Aquiles y la imbatible Tortuga veloz"). Ello es así porque en el mundo real no existen instantes temporales. De esta forma, se niega el infinito al concebirse un tiempo estático.

También en el campo de la psicología hay teorías de relevancia:

- Jean Piaget estudia los niños y su psicología durante el crecimiento. Mantiene que los niños nacen sin un sentimiento de temporalidad, y que adquieren éste por aprendizaje. Esto situaría el tiempo no ya como algo propio de la naturaleza humana sino como algo meramente cultural, parte de los "ritos" del paradigma actual... aprendido, en fin.

- Carl Gustav Jung desarrolló junto al químico Wolfgang Pauli la teoría de la sincronicidad, conforme a la cual, existen acontecimientos simultáneos en el tiempo y no relacionadas causalmente con un significado coincidente determinado (las coincidencias de toda la vida). La sincronicidad se basaría en una fuerza que actuaría inmediatamente sin tener en cuenta ni el espacio ni el tiempo. También hablaremos de ella más adelante. En todo caso, en general, el psicoanálisis no tiene en cuenta el tiempo en el análisis de los sueños (el inconsciente se mueve por tiempo subjetivo de Bergson), es irrelevante el orden en que un sujeto ordena los sucesos. Paralelamente, Jung apunta que en la vida real también se ordenan sucesos reales en órdenes diferentes dependiendo de a quién se pregunte. El cerebro reorganiza la información en el tiempo como quiere; la subjetividad temporal cubre completamente la objetividad.

Bueno, tampoco hay que hacer mucho caso de todas estas teorías: parece imposible que el hombre del tiempo acierte siempre.