miércoles, 26 de abril de 2006

Rupert Sheldrake y la Teoría de la Causación Formativa:

"El libro Una nueva ciencia de la vida es el mejor candidato a la hoguera que ha habido en muchos años". Estas son frases del editorial de un ejemplar de la revista Nature en 1981 refiriéndose a la primera publicación de la teoría de la causación formativa o de los campos mórficos del biólogo Rupert Sheldrake.

La teoría consiste, más o menos, en que todas las nuevas formas, tanto vivas como inertes o incluso inmateriales, proceden de un orden implícito creativo generado por un campo mórfico, y evolucionan conforme a la costumbre de organizarse de uno o de otro modo.

Para explicar bien esta teoría es necesario recurrir a ciertos conceptos previos:

Sheldrake utiliza en su teoría el concepto de "campo". Este concepto es hoy en día, tras la evolución de las teorías del magnetismo, más fundamental que el de "materia", y se utiliza respecto a la gravitación y en la teoría cuántica. Ya Michael Faraday afirmaba que la única realidad subyacente es el campo, pero científicos como Einstein también pensaban así. Hoy los campos y la energía (E=mc2 implica una equivalencia entre masa y energía) son considerados la base de la realidad física. Así, como dice Karl Popper, "el materialismo se ha trascendido a sí mismo".

Por otro lado, la teoría del caos ha introducido la noción de "atractor". Un atractor es un punto al que se dirige un sistema dinámico. Dicho atractor puede ser fijo, como el fondo de un recipiente cónico hacia el que tenderá a estabilizarse cualquier cosa que en él se eche, o caótico, lo que implica que el sistema nunca se estabiliza, lo cual es una matización de la segunda ley de la termodinámica que le valió el premio Nobel a Ilya Prigogine. Hoy se sabe que los sistemas no caóticos son tan comunes como una aguja en un pajar.

Además, tenemos el descubrimiento de los fractales por Mandelbrot, que demuestra que la organización de todo lo visible y lo subyacente, desde las coliflores hasta las líneas de costa de los continentes del planeta, se organizan conforme a modelos caóticos. Todo esto implica también la noción de "orden generativo". La geometría fractal es mucho más acorde al mundo que la euclidica, utilizada hasta hace poco por la física.

Finalmente, la teoría del orden implicado de D. Bohm, que será tratada en profundidad próximamente, postula que lo que vemos es el orden explicado, y que existe al menos un orden implicado, si no más, subyacentes a dicha percepción. Así, en un espacio de dos dimensiones sólo se ven sombras, pero lo que las provoca puede tener tres o, en términos de teoría cuántica, donde las ondas interseccionan de cierto modo, nosotros vemos partículas sin masa: fotones. Se trata de una teoría matemática fundamentada de clara analogía con el míto de la caverna de Platón y con ciertas e interesantes teorías de principios de siglo como la de H. Hinton sobre la cuarta dimensión.

Ya comenzando, sucede que hoy en día, todos los biólogos del desarrollo reconocen que el ADN no es suficiente para explicar cómo se forma el ser humano desde el óvulo y el espermatozoide hasta el ser adulto. El ADN es el mismo en todas las células, y sin embargo estas tienen distintas funciones. Los mecanismos moleculares son, en palabras de Sydney Brenner, "fastidiosamente sencillos, y no explican los principios de la organización". Así pues, debe intervenir una influencia formativa que no es el ADN.

En la década de los 20 algunos biólogos propusieron el concepto de los campos morfogénicos (o "embrionarios" o "evolutivos"). Estos campos existían dentro y en torno de los organismos, y contenían en sí una jerarquía de campos dentro de campos: campos de órganos, de tejidos, de células. Igual que las entelequias aristotélicas, los campos morfogénicos atraían los sistemas en desarrollo hacia los fines, metas o representaciones contenidos en ellos. El matemático René Thom expresó esta idea así: "Toda creación o destrucción de formas, o morfogénesis, puede describirse por la desaparición de los atrayentes que representan las formas iniciales, y su reemplazo mediante captura por los atrayentes que representan las formas finales". Esta idea ha sido ampliamente aceptada en la biología del desarrollo.

Pero la hipótesis de la causación formativa de Sheldrake es ligeramente distinta. Esta teoría sugiere que los sistemas que se autoorganizan en todos los niveles de complejidad -incluso las moléculas, los cristales, las células, los tejidos, los organismos y las sociedades de organismos- son organizados por "campos mórficos". Los campos morfogénicos son sólo un tipo de campo mórfico, el relacionado con el desarrollo y el mantenimiento de los cuerpos de los organismos.

Lo siguiente es un extracto de su libro "El Renacimiento de la Naturaleza":

"Esta hipótesis es inevitablemente polémica, pero puede someterse a prueba con experimentos, y ya existen considerables observaciones circunstanciales en su favor. Por ejemplo, cuando se cristaliza por primera vez una sustancia química orgánica (digamos, una nueva droga), no habrá ninguna resonancia mórfica de cristales anteriores de este tipo. Tiene que crearse un nuevo campo mórfico; entre la variedad de maneras energéticamente posibles en que la sustancia podría cristalizar, sólo una cobra realidad. La próxima vez que esta sustancia cristalice en cualquier lugar del mundo, la resonancia mórfica de los primeros cristales aumentará la posibilidad de esta misma pauta de cristalización, y así sucesivamente. A medida que la pauta se convierte en algo cada vez más habitual, aparece una memoria acumulativa. Como consecuencia, el cristal tenderá a formarse más fácilmente en todo el mundo. Esta tendencia es bien conocida; por lo general, resulta difícil que cristalicen nuevos compuestos; a veces se necesitan semanas, o incluso meses, para su formación en soluciones sobresaturadas. A medida que pasa el tiempo, tienden a aparecer con más facilidad en todo el mundo. Entre los químicos, la explicación más aceptada de este fenómeno es que hay fragmentos de los cristales anteriores que pasan de un laboratorio a otro prendidos en las barbas o las ropas de los químicos".

La teoría de Sheldrake puede parecer polémica, pero esto último es una gilipolléz.

Respecto a los organismos vivos, Sheldrake dice que:

"Los organismos vivos no sólo heredan los genes, sino también los campos mórficos. Los genes se reciben materialmente de los antepasados, y permiten elaborar ciertos tipos de moléculas proteínicas; los campos mórficos se heredan de un modo no-material, por medio de la resonancia mórfica, no sólo de los antepasados directos, sino también de los demás miembros de la especie. El organismo en desarrollo se sincroniza con los campos mórficos de su especie, y de tal modo se basa en una memoria mancomunada o colectiva".

La existencia de este campo sincrónico probaría, por ejemplo, los múltiples ejemplos de evoluciones paralelas de animales separados por miles de kilómetros o incluso en islas diferentes, inexplicables conforme a la teoría de la evolución de Darwin.

Otra de las implicaciones de esta teoría es para la memoria. Durante décadas los científicos han tratado de localizar la memoria en el cerebro, sin ningún éxito. Incluso con el 60% del cerebro seccionado, los animales siguen recordando aquello que han aprendido. La hipótesis de Sheldrake es que esta memoria no existe, y que lo único que existe es el hábito y el campo mórfico. Así, recordamos nuestros actos porque somos muy parecidos a como éramos, y recordamos menos el pasado porque el hábito ha ido modificándose (así del pasado, solo recordamos aquello que repasamos con cierta frecuencia).

Por ello, buscar la memoria en el cerebro está condenado al fracaso, al igual que lo estaría la búsqueda dentro del televisor de huellas de los programas que uno haya visto la semana pasada: el aparato sintoniza transmisiones, pero no las almacena. La pérdida de la memoria equivaldría más a un televisor estropeado que a que las ondas que transmiten la programación hayan desaparecido. El cerebro se limitaría a sintonizar con el hábito grabado en el campo mórfico.

Todo esto tiene mucha relación con la teoría del inconsciente colectivo de Carl Jung. Conforme al psicólogo suizo, existe un nivel colectivo dentro del inconsciente, común a toda la especie y formado por los "arquetipos", pero de todas formas me parece que hablaremos de Jung en otro post.

Por otro lado, existen modos experimentales de probar la teoría de la causación formativa en su relación con la memoria. Por ejemplo, cuando unas ratas de laboratorio aprenden a resolver un laberinto en América, las ratas de laboratorio británicas lo resuelven con mayor facilidad, y estadísticamente resulta más sencillo para una persona que no sabe persa escribir en persa que escribir una grafía inventada, lo cual se explicaría por el hecho de que ya se ha formado un hábito de miles de años de escribir dichas palabras, hábito que ha creado una resonancia mórfica que invade a toda la especie.

La teoría también explica la coordinación milimétrica de aves y bandadas de peces, coordinación sincrónica que de momento no tenía ningún tipo de explicación científica. También está relacionada con la teoría de las superestructuras o superorganismos, y explica el funcionamiento de hormigueros y otro tipo de colonias de individuos sociales que en biología se estudian como organismos vivos en sí.

Finalmente, de todo esto se deriva que incluso las denominadas leyes de la naturaleza podrían ser más semejantes a hábitos conservados por resonancia mórfica. El problema de lo que son realmente estas leyes inmateriales, y el modo como operan, se suele esquivar volviendo bruscamente a la idea de que son sólo modelos mentales. Pero es que si las leyes de la naturaleza son modelos matemáticos de la mente humana pueden ser modelos de aspectos habituales de la naturaleza en evolución, antes que modelos de leyes eternas.

La teoría de Rupert Sheldrake no es del todo original, y tiene múltiples antecedentes filosóficos. Así, por ejemplo, los siguientes:

En el siglo III a.C., el filósofo Plotino pensaba que esta alma cósmica era la fuente de todas las almas que había dentro de ella: "Hay un Alma y muchas almas. Del Alma única proceden una multiplicidad de diferentes almas". Las teorías modernas del campo unificado pueden parafrasearse idénticamente: "Hay un Campo y muchos campos. Del Campo único proceden una multiplicidad de diferentes campos".

En el siglo XIX, Arthur Schopenhauer, en "Sobre la voluntad en la naturaleza", atribuía a la voluntad el carácter de significado último, de principio que todo lo mueve, y atribuía la evolución (antes de Darwin) al seguimiento de esta voluntad. En el marco de la teoría de Sheldrake, dicha voluntad sería el atractor que mueve a los campos mórficos en cada momento.

El filósofo vitalista Henry Bergson atribuía la creatividad de la evolución a un impulso vital, el élan vital. Según este modo de ver, el proceso de la evolución no está diseñado y planificado de antemano en la mente de un Dios trascendente, sino que es espontáneo y creador.

La teoría de Sheldrake también está en parte relacionada con la teoría de la evolución de Lamarck, dado que él tenía en cuenta la voluntad de cada animal (en palabras de Schopenhauer no sería voluntad sino "albedrío", puesto que la voluntad es anterior al animal) como mecanismo desencadenador del cambio. Pero conforme a Sheldrake, no es exactamente así, sino que primero, la nueva pauta tiene que existir gracias a un salto o a una síntesis creadores y segundo, queda sujeta a la selección natural darwiniana. De todas formas, muchos animales domésticos liberados no sólo cambian de conducta sino también de forma corporal. Los cerdos se vuelven más hirsutos y tienden a desarrollar los colmillos; en su progenie reaparecen las rayas de los cerdos salvajes jóvenes. Como comentó precísamente Charles Darwin, "en ese caso, lo mismo que en muchos otros, sólo podemos decir que cualquier cambio en los hábitos de vida aparentemente favorece a una tendencia, intrínseca o latente de la especie, a volver al estado primitivo". Así, Darwin se contradice a sí mismo, dado que su teoría de la evolución postula cambios mórficos exclusivamente con fundamento en mutaciones genéticas, no en un cambio de hábitos (Lamarck).

La teoría de la causación formativa plantea preguntas bastante interesantes. Así, por ejemplo:

Tal vez ni siquiera los átomos existieron siempre y sus formas y propiedades presentes quizá sean sólo hábitos exitosos. Es posible que la selección natural opere en los reinos atómico, molecular y cristalográfico, tal como lo hace en el reino biológico. y si las moléculas y los cristales efectivamente heredan una memoria de los anteriores de su clase en virtud de la resonancia mórfica, debe existir la posibilidad de estudiar la construcción de hábitos por medio de experimentos realizados con sustancias químicas y cristales de síntesis reciente.

Las galaxias y las estrellas también representan pautas repetitivas de organización, que pertenecen a distintos tipos con ciclos vitales característicos. Quizá también ellos sean hábitos; por repetición, las pautas exitosas de organización galáctica y estelar se habrían vuelto cada vez más probables. Lo mismo podría valer respecto de los sistemas planetarios y los planetas. Quizás existan otros planetas en otra parte de la misma especie que, por ejemplo, Venus, Júpiter o la Tierra. Esto plantea la vertiginosa posibilidad de que nuestro planeta esté en resonancia mórfica con planetas semejantes de otras partes del universo. El proceso evolutivo en la Tierra podría haber seguido una pauta habitual ya establecida en otros planetas análogos. O quizá nuestro planeta sea el primero que experimente este tipo de senda de desarrollo, y otros sigan sus huellas...

Sheldrake también investiga experimentalmente fenómenos como la telepatía. Más información sobre todo ello en: http://www.sheldrake.org/

Lectura básica recomendada: - Rupert Sheldrake. "El renacimiento de la naturaleza. La nueva imagen de la ciencia y de Dios". ed. Paidos.

A mi la teoría de la causación formativa también me plantea otras preguntas sobre ciertos hábitos, como el de este mono escéptico.

martes, 25 de abril de 2006

Cambio de Paradigma.

Decíamos que existía un cambio de paradigma en el mundo actual que nos trasladaba desde el mundo moderno o contemporáneo a un supuesto mundo "posmoderno" o "mundo nuevo". La idea de paradigma la introdujo Thomas Kuhn en su libro "Estructura de las revoluciones cientfícias".

Resumiendo, un paradigma sería la corriente de pensamiento que domina un determinado período y que se establece como un mapa de referencia para ese período. Conforme a Kuhn, la ciencia avanza a base de cambios de paradigma. Por ejemplo, la teoría de Newton supuso un cambio de paradigma en su día porque implicaba una metáfora inconmensurable con el conocimiento "normal" de su época: la idea de que la materia celeste y la terrestre eran idénticas y estaban sometidas a una misma ley: la gravedad. Newton fue rechazado en un inicio por toda la comunidad científica internacional, y ello fue debido a que llamó a su fuerza "atracción gravitatoria", y en aquella época, la palabra "atracción" tenía connotaciones obscenas. Por la misma razón la comunidad científica internacional rechazó la teoría de Gaia de J. Lovelock, que también implica un cambio de paradigma respecto al concepto de "vida" en relación fundamental con la homeostasis más que con la reproducción y consecuentemente al concepto de "sistema" (su fantástico "Daisyworld" o "Mundo de Margaritas", con el que explicó Gaia en los 80).

Hoy existen suficientes motivos para considerar que nos hallamos ante un cambio de paradigma. Cuando digo "hoy", no me refiero al 25 de abril de 2006, sino a un hoy extendido en el tiempo. El anterior paradigma, el de la modernidad, comenzó a surgir posiblemente en el siglo XVII, aunque las teorías de los filósofos racionalistas no comenzaron a modelar la sociedad y la política hasta las monarquías absolutas ilustradas de mediados del siglo XVIII, y no alcanzaron carácter "popular" hasta el triunfo de los movimientos revolucionarios del siglo XIX, mientras que el método científico racionalista siguió una evolución semejante que partió de la persecución y linchamiento de sus defensores a la ocupación por parte de sus miembros de los más altos cargos de opresión en nuestro actual mundo (piénsese que el racionalismo en su máximo exponente puede llevarnos al mundo felíz de Huxley o, peor, a los experimentos del doctor Mengele en Auschwitz, como veíamos en el anterior post).

El paradigma de la "modernidad" se caracteriza por las siguientes notas:

1. Existe un mundo objetivo, independiente del observador, y somos parte de él (materialismo).

2. Nuestro sistema nervioso representa adecuadamente ese mundo objetivo a través de los sentidos que captan lo externo y lo reproducen en imágenes (representacionismo).

3. El universo está compuesto de masas de materia separadas entre sí en el tiempo y en el espacio (reduccionismo).

4. El tiempo y el espacio existen como absolutos de los que somos cautivos; estamos localizados y envejecemos (carácter lineal del tiempo).

Es fácilmente constatable que éste es en general el mundo que todavía nos rodea hoy en día. Prácticamente todo miembro de una sociedad occidental (especialmente los ateos y agnósticos, pero también la mayoría de los religiosos) vive todos los días de su vida como si la realidad se basara en los anteriores cuatro puntos.

Sin embargo, desde hace ya varias décadas, estos cuatro puntos han sido puestos seriamente en cuestión. De esta forma, el nuevo paradigma los modificaría como sigue:

1. No existe un mundo objetivo independiente del observador ni podemos afirmar su existencia sobre la base de ningún criterio de distinción ajeno al acto mismo de conocer. Cualquier referencia a una experiencia sensorial nos remite a una petición de principio. Lo único que podemos afirmar es que el mundo físico, incluidos nosotros mismos, es una reacción del observador.

2. Nuestro sistema nervioso actúa con clausura operacional y enactúa eso que llamamos “realidad”. La percepción parece ser automática, pero en realidad es un fenómeno aprendido. El mundo en que vives, incluida la experiencia de tu propio cuerpo, está completamente inspirado en el modo en que aprendiste a percibirlo. Si cambias tus descripciones cambias la experiencia de tu cuerpo y de tu mundo.

3. El universo es una malla en la que todo está interconectado. Aunque cada nodo aparezca como separado e independiente, como "cosas" distintas, todos se encuentran ligados a patrones de inteligencia que gobiernan el cosmos entero, en los que vivimos, nos movemos y existimos.

4. El tiempo no existe como absoluto: solo la eternidad, el no-tiempo. El tiempo es eternidad cuantificada, atemporalidad cortada por nosotros en fragmentos y trozos. El tiempo lineal es un reflejo de nuestro modo de percibir el cambio. Si podemos percibir lo inmutable, deja de existir el tiempo tal como lo decimos; aprendemos a metabolizar lo inmutable. Cada uno de nosotros habita una realidad que está más allá de todo cambio. En lo más profundo de nosotros, sin que lo sepan nuestros sentidos, existe un núcleo de ser, un campo de inmutabilidad que nos crea: ese ser es nuestro ser esencial, lo que realmente somos. No somos víctimas del envejecimiento, la enfermedad y la muerte; son partes del escenario que nos hacemos con nuestros lenguajes, no de nosotros mismos.

Así, existen las siguientes teorías procedentes de diversos sectores de la realidad que vienen a sustentar el Nuevo Mundo. Por ejemplo, las siguientes:

- La teoría cuántica, que ha hecho caer el paradigma representacionista característico de la modernidad, según el cual solo es real aquello que percibimos con nuestros sentidos, pero no las percepciones "internas", como el amor, la intuición, el gusto artístico... (Capra, 1995)

- La teoría del orden implicado que dice que más allá del orden explícito que construimos con las descripciones de los fenómenos que surgen en nuestra percepción, existe un orden superior al que obedece el comportamientos de estos fenómenos, y que ambos órdenes se relacionan entre sí mediante el “potencial cuántico” (Bohm 1980)

- La teoría de la causación formativa que propone que en el orden implicado hay campos mórficos que mantienen y refuerzan las formas de fluctuaciones entre los sistemas. Del nivel implícito emergen continuamente “formas” que son copias de formas anteriores en un universo holonómico que se basa en la costumbre. La evolución humana sería parte de este proceso (Sheldrake 1990)

- La geometría fractal que muestra recursividad o autosimilitud a cualquier escala (Mandelbrot 1986)

- La teoría del caos, que rompe con nuestro concepto habitual de certeza (Prigogine 1997)

En el siguiente número comenzaremos por la biología trascendental de Rupert Sheldrake y su teoría de la causación formativa o de los campos morfogénicos.

De momento, si alguien quiere más información sobre el nuevo paradigma, léase por ejemplo el siguiente interesante documento interdisciplinar del psicólogo Gonzalo Gutiérrez, del que ha sido extraído buena parte de este post:

- Gonzalo Gutiérrez. En el umbral de un mundo nuevo. Lenguajes emergentes sobre el conocimiento. Tunquelén, febrero de 1999.

Que puede encontrarse en la siguiente dirección junto a otros interesantes textos, de los que seguro que recomendaré los de Teilhard de Chardin en cuanto me los lea:

http://www.udp.cl/humanasyeducacion/psicologia/documentos.htm

Preguntas trascendentales

¿Alguna vez se han hecho alguna pregunta trascendental?

No me refiero necesariamente a las típicas preguntas de "¿qué es el universo?" o "¿qué demonios pintamos aquí todos montados encima de esta piedrecita que da vueltas en torno a esa bola de fuego?", sino también a cuestiones un poco más asibles, de la vida diaria. Digamos por ejemplo: ¿por qué el tiempo parece ir más despacio o más deprisa en ocasiones? o ¿por qué a veces la gente se vuelve a mirarme justo cuando me concentro en ella?, o ¿por qué yo ya sabía quién había al otro lado del auricular antes de contestar? o quizás ¿por qué dejé de soñar con aquel camino sin final cuando dejé a mi novia?, o ¿por qué el día que murió mi abuela no hice más que ver guadañas por todo?, o tal vez más avanzadas, como ¿por qué cuando medito fijándome en el corazón termino descojonandome de risa o abrumado? y ¿por qué tras ingerir aquellas setas podía ver mis músculos y mis venas a través de mi piel?

Pues bien, todo aquel que se haya hecho esas u otras preguntas similares y desea una respuesta, o aprende a aceptar un "no hay nada" y a amar el yugo de esclavo del fanatismo racionalista socialmente imperante o quizás termine teniéndoselas que ver con calificativos como "loco", "irracional", "flipao" o el consabido y eterno "crédulo".

Pero comencemos a profundizar sobre quién es el crédulo.

De una persona, sus padres y el sistema educativo esperan que se convierta en X. Podría convertirse también en X -1, o en X -2, pero desde luego se espera una X, no una B ni una C. Todo esfuerzo que dicha persona realice por convertirse en X será retribuido, y toda desviación corregida. Ese es el fundamento de aquello que llamamos "educación". Si se desvía, es un crédulo que hace caso a cualquiera; si por el contrario termina aceptando que la realidad es X, entonces no es un crédulo sino poco menos que un escéptico. Así, el escepticismo socialmente aceptable es aquel que rechaza sistemáticamente todo lo que se aleja del paradigma social imperante.

Los Antiguos educaban de un modo similar, un poco menos uniformizador, eso sí, pero también existían paradigmas. Ahora bien, su paradigma no era X. Digamos que era Y. ¿Qué eran los Antiguos conforme a nuestro paradigma X? Es evidente: eran crédulos. Por poner un ejemplo, primero, los del paradigma H creían en la Naturaleza, la madre Tierra..., cuando todo el mundo del paradigma Z sabía que todo estaba gobernado por muchos dioses. Sin embargo, todo el mundo del paradigma Y sabía perfectamente que sólo había un Dios, y no muchos. A continuación, los del paradigma Y también se convierten en crédulos, pues es de todos los del paradigma X bien sabido que Dios no existe y sólo hay Leyes Universales que todo lo gobiernan. El paradigma F, en cambio, ha descubierto que las leyes universales del paradigma X son una estupidez, puesto que presentan la paradoja de si existían ya antes del principio del Universo o fueron creadas con éste, y si fueron creadas por éste, conforme a qué ley y por quién o por qué lo fueron; leyes metafísicas y contradictorias, ergo está claro que el universo X estaba lleno de crédulos.

Así pues, la historia del pensamiento humano consiste en un constante decir: "Hoy es la más alta ocasión que los tiempos jamás conocieron, pues hoy por fin el ser humano conoce la verdad, o está a punto de conocerla porque tiene los mecanismos para ello". O al menos así es desde que Prometeo robó el fuego a los dioses y la raza humana se volvió vanidosa y comenzó a ansiar el poder. Cualquiera que niegue que esto es así será inmediatamente interrogado sobre cómo cree él que es, y en cuanto enuncie distintas teorías, del hoy y del ayer, sobre la realidad, se encontrará con que al hacer caso de teorías desconocidas para la mayoría, está siendo "crédulo".

Y es que hoy, con la repiqueteante y cansina idea de la "Democracia" dando vueltas por ahí, parece ser que el conocimiento también es una cuestión democrática, y que podemos votar incluso para decidir qué hora es, como hacen los esclavos recién liberados en Manderlay. Votamos para decidir a qué nos subyugamos. Vale, nací libre: a ver de qué puedo colgarme hasta mi muerte: heroína?, alcohol?, depresión?, Alá?, Ciencia?. Resultados de la votación: gana la Ciencia; pues hala, ya tenemos dictador.

En realidad, en general la mente humana funciona de un modo bastante simple en este aspecto, guiada por la lealtad a las ideas de la masa como corresponde al marcado carácter social de nuestra especie. Cualquier idea puede ser extraña a su mente, pero si se entera de que esa es la idea más defendida, entonces la aceptará. Hay pequeñas variantes como aquel que acepta sistemáticamente cualquier idea, propuesta o actuación proveniente de un determinado país o territorio (claros ejemplos son EE.UU y Palestina), de un partido político (hágase lo propio que a mi no me apetece ni nombrarlos), o de una persona-gurú (ya sean Marx o Hayek).

La base de todo ello es la misma: el miedo, la inseguridad frente a la incertidumbre que lleva a la mente a aferrarse inconscientemente a aquello que considera más poderoso y/o protector.

Pero existe un procedimiento para escapar de ese problema de autolimitación: reducir el miedo. En el camino del conocimiento tolteca reducir el miedo es requisito inevitable para obtener la claridad mental (aunque la claridad mental tampoco arregla nada). Así pues, reduzcamos el miedo, comenzando por el peor, que engloba a todos los demás: el miedo a la muerte. Pues bien, excluyamos la muerte. Mirémosla a la cara y comprobaremos que no es un problema: haya o no haya algo después de la muerte, lo que está claro es que la vida terrenal acaba, lo que quiere decir que sólo debe preocuparnos mientras estamos vivos. "Sólo estamos vivos". Nunca estamos muertos, por lo que la muerte es algo que ninguno va a conocer. Viviremos hasta el último minuto, y quién sabe si más.

Conforme se reduce el miedo a la muerte, comienzan a esfumarse el resto de miedos de la vida y nos convertimos en un ser cada vez más libre, puesto que comprendemos que es estúpido atarnos a cualquier cosa dado que la salida de este mundo se hace sin nada, ni siquiera nuestro propio cuerpo físico; aprendemos el desapego. La reducción de dicho miedo se traduce ingualmente en una progresiva apertura mental que tarde o temprano permite superar la autoprohibición básica de nuestro sistema psicológico dictatorial brutal: la creencia de que existen seres humanos más capaces para investigar la realidad que uno mismo y la consecuente actitud de confianza hacia lo "escrito" más que hacia lo "experimentado".

Esta superación se traduce en escepticismo, en "verdadero escepticismo", el que cuestiona el paradigma dominante, el que niega cualquier pardigma y al mismo tiempo los acepta todos. Sólo asignando un valor superior a lo experimentado y un valor igual a lo aprendido es posible avanzar por el camino de la realidad. El resto de avances son en un camino artificial prefijado; por ejemplo: "se acepta el mecanicismo --> se investiga conforme a ese molde --> se avanza en el camino del mecanicismo, ciegos al resto".

Cualquier aceptación de un punto de partida que no haya sido experimentado personalmente implica asumir como reales cosas que de ningún modo tiene por qué serlo. El ser humano es un ser autoreflexivo, consciente y curioso, muy curioso. La investigación y la curiosidad, en cambio, son propiedades que estorban a cualquier tipo de estructura de poder. El que tiene poder tiene miedo de perderlo, y comprende que domina porque el dominado acepta ser dominado. Qué ocurriría si el creyente dejara de creer? Todo poder se desvanecería. Los que buscan pueden descubrir cosas desconocidas, peligrosas, que los liberen: hay que eliminarlos. Por esa razón, es conveniente que investigue sólo quien tiene poder, y que los demás acepten su incapacidad para hacerlo y crean que aportar un diezmo a los presupuestos de investigación es lo mejor que hacen por ayudar a la especie a conocer la verdad; miles de chimpancés alimentando a dos o tres que se sientan en la cumbre de una montaña tocándose los huevos mientras se "inventan" el mundo.

Por eso, la religión es una forma de poder. Se trata del poder de decir lo que es y lo que no es. Hoy en día, ese poder religioso lo tiene la jerarquía científica racionalista, las diócesis racionalistas, que han conseguido imprimir en casi toda la población supuestamente "laica" la idea de que la investigación racionalista es un camino cuyo final se conoce y sólo puede ser uno. Dicho final es el descubrimiento de la ecuación matemática que explica todo el universo, tan deseada por Einstein, la teoría de "todo", de la que hay un montón de propuestas ya (Bootstrap, Teoría de cuerdas, de supercuerdas...). Naturalmente, se parte de que el universo es mecanicista-determinista-materialista sin existir ninguna prueba de ello, sino todo lo contrario, pero la falta de pruebas sucede porque "todavía no hemos descubierto lo que nos falta para adecuar nuestra teoría del mundo al mundo". Ni por un momento se plantea que "nuestra teoría del mundo" pueda ser falsa, como lo han sido virtualmente "todas" las que el ser humano ha formulado a lo largo de toda su historia en cualquier lugar del mundo (y son muchas más, durante mucho más tiempo y con muchos más creyentes que el actual cientificismo).

Así, la sociedad moderna funciona de modo parecido a la medieval, que confiaba en "la Iglesia", que iba descubriendo o interpretando a "Dios". En ambos casos se produce la absoluta alienación del individuo en su condición de ser inteligente e intuitivo que puede conocer por sí mismo la realidad, y se le esclaviza a las interpretaciones de una jerarquía frecuentemente corrompida por intereses políticos o industriales. Asimismo, tanto Dios como las leyes de la naturaleza requieren de un acto de fé para existir, puesto que ni el uno ni las otras son contrastables global y atemporalmente, aspecto que reconocen todos los científicos de relieve desde el surgimiento del racionalismo cartesiano (sólo sé que existo, lo demás son "teorías"). Solo hay una diferencia fundamental con la Edad Media: la Iglesia podía equivocarse, pero la ciencia no puede, puesto que el error es parte de la misma religión. Esta es la razón de que las creencias científico-racionalistas estén sustituyendo al cristianismo en Occidente, que son difícilmente atacables porque sólo ellas pueden contestar ante cualquier crítica de error o incertidumbre diciendo: "bien, descubriremos lo que falta para que nuestra teoría sea correcta, y lo haremos sin duda aplicando nuestro método racional".

Aparte de ello, la estructura de la ciencia es como la de una religión. Así, Thomas Kuhn afirmaba que "toda cultura está basada en una serie de tradiciones que se constituyen en rituales iniciáticos", de los cuales no están evidentemente exentas las creencias racionalistas, y Habermas dedica un libro entero a explorar una visión de la Ciencia como religión (Dios me libre de recomendarlo).

Así pues, se cree en el error, pero sólo cuando se descubre. Antes de ser descubierto, lo que dice "la ciencia" tiene presunción de veracidad, y ello pese a que un reciente estudio de la revista Nature publicó una estadística según la cual 1/3 de todos los estudios científicos se demostraban falsos en un periodo de 10 años, y en 20 años sucedía lo propio con otro tercio. Esta estadística quiere decir que al menos 2/3 de todo lo que se investiga y se llega a publicar como verdadero es en realidad falso al pasar una generación.

Pero esto es un estudio procedente del propio sistema, autorreflexivo, sí, pero inscrito en el sistema. Si la historia ha de enseñarnos algo, probablemente los hombres de dentro de un par de cientos de años contemplarán nuestros rudimentarios conocimientos y muchísimas equivocaciones y fanatismos como síntomas claros de un desarrollo esclerotizado en medio de la "edad de la oscuridad", y posiblemente no verán tantas diferencias entre la ciencia, que muy posiblemente habrá sido superada tal y como la conocemos, y la religión, puesto que su paradigma será mucho más inconmensurable que la diferencia entre estas dos.

Lo que está claro es que el modelo científico-técnico está en crisis, en lo cual coinciden numerosos miembros de la propia comunidad científica (Bohm, Peat, Sheldrake, Capra, Lovelock...). La proyección actual de la ciencia y la técnica sobre el planeta son tan importantes, los accidentes y errores tan frecuentes y sus consecuencias tan dañosas (Tchernobyl, Bhopal, Seveso, Harrisburg, la destrucción de la capa de ozono, la muerte de los bosques, la lluvia ácida, la desertización irreversible del planeta, contaminación de aguas, suelos y atmósfera, reducción de la biodiversidad hasta tal punto que se habla de una gran extinción, con cientos de especies desapareciendo cada año), que se está llegando a una crisis del sistema científico-racionalista, se está llegando a un punto muerto en casi todas las disciplinas científicas y humanísticas y se habla ya de un "cambio de paradigma", de un Nuevo Mundo o Mundo Posmoderno (para el que guste de continuar mirando atrás a la agonizante Edad Moderna), en el cual la ciencia perderá (y ya ha perdido desde los 70) su posición cultural hegemónica, porque para multiplicar los peces como Jesús hizo, nuestra ciencia necesita hacer experimentos genéticos de riesgos inciertos pero potencialmente bestiales, experimentos que, aplicados a seres humanos, hubieran sido la delicia del Tercer Reich y hubieran sustituido sin duda a la Solución Final como "plan A" (aunque los medios utilizados difieren, los fines de los nazis y los de la actual jerarquía científico-racionalista son exactamente los mismos: mejorar la especie eliminando a los que no nos gustan).

Ante la Convención sobre Bioética del Consejo de Europa, el diablo anuncia: ¡Mengele puede salir!, Se le permite retornar a sus prácticas.